Con el permiso de sus autores publico este estudio sobre la tracción animal y la agricultura.
LA TRACCIÓN ANIMAL EN
LA AGRICULTURA ECOLÓGICA
1Ferrís, A; 2Tovar, M
1Agricultor ecológico. Finca La Longuera, Villares, Elche
de la Sierra (Albacete).
2Ingeniero de Montes. c/ Federico García Lorca,
5, 2º, Elche de la Sierra (Albacete). Tfno: 628-442259. e-mail:
mitovar@yahoo.es
RESUMEN
Desde
el punto de vista energético, se puede definir la agricultura convencional como
el uso de la tierra para transformar petróleo en alimentos, con un balance
energético negativo, de 7 calorías invertidas para 1 caloría de alimento.
En
un escenario de declive energético, la tracción animal (TA) juega un papel
fundamental, primero como complemento del tractor, y a largo plazo como su
sustituto. Mientras no aparezca el motor que sustituya al de combustión
interna, la TA es la única alternativa real.
En
la UE, la TA ya tiene aplicaciones en horticultura, sector forestal, recreo,
recogida de basuras, etc. En España, muy pocos agricultores profesionales
emplean TA en sus explotaciones, y hay un retraso respecto de otros países, que
ya han desarrollado y están probando en campo maquinaria adaptada a la TA.
Cuando
se dota a la Agricultura Ecológica de la dimensión energética, se comprueba su
fuerza transformadora. Sin embargo, hay pocos estudios energéticos de un
sistema agrosilvopastoril del que formen parte los animales de trabajo. Si la
Agricultura Ecológica "convencional" es energéticamente más eficiente
que la agroindustria, la fórmula BIOTACC (biodiversidad, tracción animal,
circuitos cortos de comercialización) nos ofrecerá balances mucho más
favorables.
Palabras
clave: cénit del petróleo, sostenibilidad, soberanía alimentaria,
biocombustibles, agrocombustibles.
COMUNICACIÓN
Limitaciones
de la agricultura convencional.
Los
problemas de la agricultura convencional son en la actualidad múltiples. A modo
de introducción, daremos un breve repaso a estos problemas:
1.
La
alta dependencia del petróleo. El
profesor Bartlett (1978) resumió este problema de forma muy sintética con la
siguiente definición: “la agricultura moderna es el uso de la tierra para
convertir petróleo en alimentos”. Pero, ¿por qué esto es un problema? Porque la
producción mundial de petróleo convencional ha entrado ya en declive (Campbell
y Laherrère, 1998). Los derivados del petróleo y el gas natural son esenciales
para mover la maquinaria agrícola, la fertilización química, el control de
plagas y hierbas adventicias, el transporte y procesado de los alimentos, etc.
Incluso las variedades obtenidas por ingeniería genética, son dependientes del
petróleo, ya que su alta productividad se basa en su mejor respuesta a la
fertilización química (Brown y Kane, 1994).
Esto es particularmente importante para un país como el que
nos encontramos, que importa el 98% del petróleo que consume.
2.
Baja
tasa de retorno. La Tasa de Retorno
Energético (TRE), (en inglés EROEI, Energy Return on Energy Invested), es el
cociente entre la energía obtenida y la utilizada para obtenerla. El profesor Charles
A. S. Hall (2008) la define como
Un ejemplo de aplicación
de este índice a la agricultura, lo ofrece Fernando Ballenilla (2004), al
comparar el rendimiento energético de varios sistemas agrícolas. La agricultura
tradicional china era capaz de obtener 50 calorías por una caloría invertida;
una granja inglesa preindustrial devolvía 40 cal por cada una invertida; los
secanos de cereal castellanos tradicionales, proporcionaban 20 cal por una
invertida; finalmente, la agricultura primitiva de los Tsembaga, arrojaba un
saldo positivo de 16 cal. En la actualidad, la agricultura española apenas
devuelve la caloría invertida, y la agricultura estadounidense requiere más de
7 cal para producir una caloría de alimento (Heller y Keoleian, 2000).
Podríamos decir que, desde el punto de vista energético, la “revolución verde”
ha sido más bien una “catástrofe verde”.
3. Dependencia de las multinacionales y
grandes corporaciones. Los agricultores
dependen de estas empresas transnacionales, para obtener los insumos para sus
cultivos, así como la maquinaria. Por el otro lado, los consumidores, para
obtener su alimento, son dependientes de las empresas que controlan la
distribución y/o el procesado. Esta situación pone en evidencia el escaso nivel
de soberanía alimentaria de que gozamos los consumidores y de independencia por
parte de los agricultores.
4. Dependencia financiera de bancos y
corporaciones. El campesinado del mundo tiene que hacer frente a unas cada vez
mayores partidas financieras para devolver créditos, mientras su nivel de
ingresos y de renta cae cada vez más bajo.
5.
Mala
adaptación a los ecosistemas españoles.
Tanto en la Península Ibérica como en las islas, la intensificación de
la actividad agropecuaria no se ha podido llevar al extremo que se ha logrado
en otras regiones geográficas, a pesar de las concentraciones parcelarias. Sin
embargo, es habitual que las explotaciones agrícolas españolas dispongan de un
exceso de potencia, con tractores sobredimensionados. Sin las ayudas de la PAC,
es probable que los secanos mediterráneos no fueran rentables, y tal vez
tampoco los regadíos que no tuvieran la dimensión suficiente. En el aspecto
ganadero, las zonas de montaña quedan marginadas, ya que ni siquiera para
pastos resultan rentables, y la ganadería en extensivo ha retrocedido
notablemente.
6. Expulsión de mano de obra. La mecanización de las tareas agrícolas
elimina cada vez más jornales. Los ejemplos más claros están en las operaciones
de cosecha, como ocurre en el viñedo y el olivar en espaldera. Los trabajadores
agrarios son cada vez de más edad y en menor cantidad, y los jóvenes del medio
rural han perdido autoestima e identidad.
7. Separación productor-consumidor. La desconexión total entre los agricultores y
la población a la que éstos alimentan, es el resultado de la desvinculación de
las personas con el medio natural. Entre ambos, productor y consumidor, se han
instalado una serie de intermediarios que controlan precios, tipo de
producción, qué y cómo se cultiva, etc. Esto tiene varias consecuencias, como
el fenómeno del hambre oculta en las sociedades opulentas (Heinberg y Bomford,
2009) (Duch, 2010), o el hambre pura y simple en las sociedades que no lo son.
Otro efecto, menos dramático, es la pérdida de las referencias naturales: un
consumidor desorientado pide uvas en abril y sandía en febrero. Así que estos
intermediarios le sirven uvas de Chile y sandías de Senegal.
En el estudio Alimentos kilométricos,
elaborado por Amigos de la Tierra, González Hidalgo M. 2012 ha
cuantificado las distancias en miles de kilómetros, de alimentos tan propios de
la dieta mediterránea como las legumbres: los garbanzos vienen de Méjico y las
lentejas de Canadá.
8. Pérdida de calidad de los
alimentos. Esto está en relación con los
dos apartados anteriores, y tiene como consecuencia la ya mencionada hambre
oculta en los países desarrollados.
9. Grandes pérdidas de eficiencia. La ultramecanización mencionada en el
apartado 4, y la desconexión productor – consumidor, ocasionan el despilfarro
de productos, tanto elaborados como en bruto. El cosechado a máquina y la
selección posterior para cumplir los estándares de la industria transformadora,
ocasionan grandes desperdicios. Por otro lado, el mal funcionamiento del
mercado, y las maniobras de los intermediarios para hundir precios, provocan
que los agricultores dejen perder cosechas enteras, para no perder más dinero.
10. Impactos sobre el medio ambiente. Los impactos de la agroindustria sobre el
medio son numerosos, consecuencia de su cada vez mayor alejamiento del punto de
equilibrio ecológico. Algunos de estos impactos son la contribución al
calentamiento global, la contaminación de acuíferos por nitratos, la erosión y
pérdida de fertilidad del suelo, la pérdida de biodiversidad, etc.
Necesidad de evolución de la
Agricultura Ecológica.
La
Agricultura Ecológica ya ofrece soluciones prácticas y contrastadas para
algunos de estos problemas, como consecuencia de mantenerse, en su ya dilatada
historia, como abanderada en presentar alternativas a los problemas de la
agricultura dominante.
Pero,
en nuestra opinión, debe seguir vigilante y beligerante para seguir aportando
respuestas a las dificultades que, tanto la agricultura convencional como la
ecológica, se van a encontrar en los próximos lustros.
La
Agricultura Ecológica sigue dependiendo de los combustibles fósiles para
realizar las labores que requieren esfuerzo de tracción, y se debate para
abrirse paso en la jungla del marketing y los circuitos internacionales de
comercialización. Muchos productos ecológicos recorren todavía demasidos
kilómetros, para poder considerarse ecológicos.
Es
por ello por lo que queremos plantear, cómo la utilización agrícola de la
tracción animal puede ayudar a solucionar dos de estos problemas de forma
directa, y en alguna medida todos los demás de forma indirecta, en el plazo de
una generación.
En un contexto de declive de la
energía neta disponible para la sociedad, no hay futuro para la agricultura ni
para la sociedad, si no apostamos por la Agricultura Ecológica, por la
relocalización de la producción agraria básica en circuitos cortos de
comercialización y por la tracción animal. Así lo han entendido varios centros
oficiales de formación agraria que, dentro del programa europeo de estudios
Leonardo, han desarrollado el proyecto BIOTACC (Keller J et al, 2010) (www.biotacc-project.com). Entre otros europeos, la Escola
Agrária de Manresa (Barcelona).
Cuando
hablamos de apostar por la tracción animal, no planteamos en ningún momento la
erradicación del motor de combustión interna, sino que mantenemos, de acuerdo
con Bernard Dangeard (2005), que «en un escenario cercano de aumento
irreversible de los precios de los productos petrolíferos, en los trabajos de
tracción pura (trabajo del suelo, transporte de proximidad, atenciones a la
granja, etc...) el caballo debe ser preferido al tractor por ser
energéticamente más interesante, reservando el tractor para los trabajos
específicos que necesitan de toma de fuerza o del hidráulico, o para los transportes
a grandes distancias o de grandes pesos.» El autor basa esta afirmación en los
resultados obtenidos de su experiencia, siendo los principales:
·
El rendimiento en el trabajo de
tracción del caballo es cercano al 20%, frente a un 6% del tractor.
·
El caballo requiere la producción de
1,5 ha (clima atlántico francés) para cubrir sus necesidades de mantenimiento y
trabajo a lo largo de un año. El tractor alimentado con biodiesel, necesitaría
la producción de 5 ha de cultivos oleaginosos, para realizar el mismo trabajo.
Beneficios y retos de la
Tracción Animal.
Así pues, junto al argumento de que
la progresiva introducción de la tracción animal es una necesidad, tanto para
realizar labores agrícolas, como para el transporte de proximidad, de forma que
podamos “estirar” las menguantes reservas de petróleo, tenemos también el de
las ayudas que supone la utilización de la tracción animal en la actividad
agraria:
1.
La generalización de esta opción
implica una sinergia entre la tracción animal y la Agricultura Ecológica, cual
es la reducción del tamaño de las hojas de cultivo, impuesta por las
limitaciones de potencia que presentan los animales. Las hojas de cultivo se
hacen más pequeñas, lo cual favorece también la introducción de rotaciones, que
conformarían un mosaico de tesela mucho más pequeña y por tanto más biodiverso.
Además, las explotaciones estarían obligadas a diversificarse más, y
probablemente a reducir su tamaño. En palabras de Heinberg y Bomford (2009), «a
medida que el combustible para la maquinaria agrícola sea más caro y que las
granjas independientes de los combustibles fósiles requieran más trabajo humano
y energía animal, las actividades a pequeña escala volverán a ser una vez más
rentables. Además, cuando las granjas aumenten su grado de diversificación será
necesaria una menor escala de actividades, ya que los campesinos tendrán que
controlar más elementos del sistema.»
2.
La producción de estiércol de los
animales de trabajo, es otro de los factores agronómicos que ayuda a una
transición hacia una fertilización ecológica, diversa y sostenible.
3.
Los animales de trabajo, como
hervíboros que son, pueden aprovechar la producción vegetal silvestre, es
decir, los pastos, de los terrenos no aptos para la agricultura, al menos
durante unos meses al año. Otra ventaja respecto a la maquinaria alimentada con
biodiesel, es que el forraje y el grano requieren menos energía en su procesado
que los agrocombustibles, es decir, los animales aprovechan la producción
vegetal directamente, sin necesidad de transformaciones químicas.
4.
Igualmente indiscutibles, al menos
para los que lo hemos probado, son las ventajas agronómicas desde el punto de
vista de la calidad del trabajo y de la mejora de la permeabilidad, estructura
y microbiología de la tierra.
5.
Otra ventaja, muy interesante en la
actualidad y en los años siguientes, es la mayor necesidad de mano de obra en
el campo: «Con menos combustible disponible para la maquinaria agrícola, el
mundo necesitará más campesinos» (Heinberg y Bomford, 2009). Si la tracción animal
desplaza progresivamente a la maquinaria, es inevitable que en los países
desarrollados, un mayor porcentaje de su población se dedique a la agricultura
y ganadería.
6.
Finalmente, los animales, como seres
vivos, pueden procrear, cosa que la maquinaria no. Esto es ventaja, pero
también inconveniente; si se saben hacer los cruces que mejoren las razas
dedicadas al trabajo, es ventajoso para el agricultor, que tiene el control
sobre el proceso. Por otra parte, es necesario adaptarse a los ritmos naturales
de los animales, lo cual puede restar horas de disponibilidad para el trabajo.
Ahora bien, sin duda esta opción
también tiene importantes retos por delante:
a)
Uno de los mayores retos es el de la
superación cultural de la imagen de la tracción animal como algo perteneciente
al pasado, retrógrado, obsoleto y poco eficaz. Numerosos eventos en Francia,
Alemania y Estados Unidos pretenden, por el contrario, mostrar lo de avanzado,
viable y opción de futuro que es la utilización moderna de la tracción animal.
a)
Existe una gran carencia de la
formación necesaria para poder acometer trabajos agrícolas con animales. Por
ello sería necesaria toda una serie de propuestas formativas, periodos de
prácticas y documentación necesaria para encarar con garantías la reintroducción
de los animales en nuestros trabajos agrícolas.
b)
Es necesaria una investigación, de
base energética, del cultivo en agricultura ecológica con tracción animal, para
cuantificar rendimientos, dimensiones, consumos de energía, producción de
productos y residuos, aprovechamiento de estos residuos, etc.
c)
Asimismo, la investigación de nuevos
aperos adaptados a la tracción animal, es un campo tan vasto, como
agroecosistemas hay. Es necesario el desarrollo de herramientas, adaptadas a
las condiciones de cada región agroecológica, que habrán de mejorarse con su
uso en campo. Este desarrollo habría de hacerse con criterios de ergonomía,
tanto para el animal como para la persona, de eficiencia y a poder ser
aprovechando los recursos locales, es decir, que fueran herramientas diseñadas
para poder ser reparadas localmente, en la mayor parte de sus averías.
Otras
consideraciones.
Hasta
aquí hemos hecho unas consideraciones prácticas, en un intento de resolver un
problema físico. Pero hay otras cuestiones de orden filosófico, espiritual y
cultural, asociadas al trabajo con animales.
Una
es la “ilusión de la omnipotencia”, en expresión de Bernard Dangeard (2009).
Con la potencia desmesurada de algunas máquinas, parece que todo es posible,
fácil, y además en tiempo récord. Con los animales de trabajo, es posible en
algunos casos aumentar la potencia, enganchando varios animales, pero hay
mayores limitaciones de manejo, sin olvidar que la densidad de animales en la
unidad agrícola (finca), se habrá de corresponder con la productividad de las
tierras y la densidad de personas.
La
“ilusión” antes mencionada, está relacionada también con el contacto con la
tierra, y la actitud que tenemos ante la Naturaleza. El trabajo con animales,
es contrario a la idea, producto de la Civilización Industrial, de que hay que
dominar a la Naturaleza. Trabajar exclusivamente con máquinas nos aleja de la
Naturaleza, nos la hacen extraña, mientras que el trabajo con animales nos
ayuda a comprenderla mejor, porque nos obliga a adaptarnos a sus ciclos.
Finalmente, está la forma de
concebir los límites al crecimiento. Aunque llegáramos a disponer de la panacea
energética, ¿cuánto tiempo tardaría la especie humana en llenar el Universo,
con un crecimiento exponencial? La tracción animal es una herramienta que forma
parte de una cultura y una forma de vida en equilibrio con el medio, sin
crecimiento. Es el paso fundamental de la mentalidad devoradora, a la
mentalidad productora/creadora.
La
unión de toda esta serie de factores técnicos, prácticos y filosóficos está
llevando en la actualidad a un resurgir potente de la utilización de los
animales en el trabajo agrícola en lugares como Francia, Bélgica, Italia,
Alemania, Reino Unido y Estados Unidos, especialmente en fincas ecológicas y
biodinámicas, y como opción moderna y de futuro.
Los agrocombustibles en la agricultura
sostenible.
Queremos analizar aquí brevemente,
el papel que puede jugar el motor de combustión interna movido por
agrocombustibles, en la agricultura sostenible.
En el año 2008, la polémica mundial
en torno a los agrocombustibles surgió con fuerza, al coincidir un aumento en
su uso para el transporte, con la burbuja especulativa que afectó al petróleo y
los alimentos básicos. Otros argumentos esgrimidos por los expertos, fueron las
malas cosechas en alguna regiones productoras, y el aumento de la demanda de
proteínas en China y la India. Jean Ziegler afirmó tajante: «Usar
biocarburantes se ha convertido en un crimen contra la humanidad» (Agencia EFE,
Berlín, 14/04/2008). Los defensores de los agrocombustibles, como José Borrell,
restaban importancia al efecto de éstos en el aumento de los precios de los
alimentos, y lo achacaban a la especulación (El País, 12/07/2008).
Al final, la crisis de la economía
real “solucionó” el problema: al ralentizarse el ritmo de crecimiento de la
economía mundial, se relajó la tensión sobre la demanda de combustibles
fósiles. En realidad, es más correcto decir que la imposibilidad de responder a
la demanda de energía, deprime la economía; así es como se ajustan la oferta y
la demanda de los recursos energéticos no renovables, al llegar a su límite de
producción.
Lo que pretendían EE.UU. y la UE era
sustituir por agrocombustibles un porcentaje del combustible total empleado en el
transporte. En efecto, el transporte de mercancías, que se realiza
principalmente por carretera y mar, es un pilar fundamental de la economía
capitalista global, y así lo entendieron los responsables políticos.
¿Podríamos, en el largo plazo,
sustituir por completo los derivados del petróleo por agrocombustibles, sólo en
la agricultura? Probablemente sí. Según Heinberg y Bomford (2009), los
granjeros estadounidenses podrían autoabastecerse de agrocombustibles dedicando
a estos cultivos una quinta parte de la tierra de sus explotaciones.
Sin embargo, no es posible mantener
la red de transportes de mercancías con agrocombustibles, ni siquiera sustituir
un 10% del combustible que quema esta red (Martínez Allier, El País,
15/04/2008). No obstante, hay que tener en cuenta que la agricultura actual,
tanto la convencional como la ecológica, es, como muchos otros sectores de la
economía, muy dependiente de esta red de transportes, tanto para la obtención
de los inputs y el utillaje, como para dar salida a los productos.
Las
necesidades de transporte, son un
ejemplo de cómo ha quedado configurado el espacio humano en la edad del
petróleo. El vehículo privado a motor, el coche, es un símbolo principal de
estatus social, y objeto de consumo, impulsado constantemente por la
publicidad, al mismo tiempo que es sector importante de la producción
industrial. Sin embargo, el coche ha devenido en necesidad real, debido a la
distribución del espacio urbano en los países desarrollados, en los que los
trabajadores, necesitan un medio de transporte para llegar todas las mañanas al
trabajo. Los habitantes de las grandes urbanizaciones, sólo pueden cubrir esta
necesidad con el vehículo privado. En cuanto a las mercancías, éstas se mueven
primero por mar, y luego son distribuídas desde los puertos por el territorio,
en su mayor parte por carretera.
La
circulación de mercancías por carretera, y las necesidades de transporte para
las personas, también por carretera, son dos elementos de un mismo sistema
humano basado en los combustibles derivados del petróleo.
La
agricultura evoluciona en el seno de este sistema, como un subsistema del
mismo, de forma que, en la medida en que la menor disponibilidad de
combustibles fósiles impulse la relocalización de la producción y el consumo,
la reducción de escala en las explotaciones, la redistribución de la población
y del espacio, y el avance de una mayor autosuficiencia, estaríamos hablando de
una transición del sistema antiguo a otro nuevo. En este nuevo sistema humano,
el uso más apropiado para los agrocombustibles será esencialmente distinto al
que le damos, o le pretendemos dar, actualmente, pero eso será ya una cuestión
menor.
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